MANUEL SUÁREZ DELGADO, RUMBO A LA LIBERTAD

Por José Antonio Quintana García (joaquinta35@gmail.com)

 

El tinerfeño Manuel Suárez Delgado, excapitán del ejército español, con una sólida formación académica y experiencia militar parte en 1868 hacia Estados Unidos desde La Habana. Es uno de los conspiradores que, en la clandestinidad, trabajan a favor de la independencia de Cuba. En abril de 1869, como represalia, le confiscan sus propiedades. Pero ya nada lo detendrá en sus propósitos políticos, a ellos dedicará 30 años de su agitada vida.

 En Nueva York se incorpora a la Junta Revolucionaria Cubana, organización que preparaba una expedición para trasladar combatientes y pertrechos al oriente cubano, bajo las órdenes de Francisco Javier Cisneros y el general norteamericano Thomas Jordan. Por sus conocimientos y experiencia militar, había participado en la guerra contra Marruecos, donde recibió varias heridas, le designan la jefatura de unos de los grupos, con el rango de coronel.

 


 Manuel Suárez Delgado


Los 187 expedicionarios apenas pueden dormir la noche del 3 de mayo de 1869, al día siguiente el vapor Perrit levanta anclas y logra escapar de las cañoneras españolas y estadounidenses; al amanecer del 11 de mayo divisan las montañas cubanas. Hay neblina espesa. Las costas de Banes son oteadas por la jefatura de la tropa en espera de una señal que previamente pactaron con el gobierno insurrecto; sin embargo esta no apareció, entonces Cisneros ordena continuar la navegación hacia la bahía de Nipe.

 A la península de Ramón llegan al mediodía. El coronel Mariano Loño, al frente de un grupo de exploradores, baja a tierra. A las cuatro de la tarde regresa con la noticia de la existencia de un camino carretero, en buenas condiciones. Lamentablemente el calado del barco no les permite acercarse a la costa, por lo que siguen hacia Cayo de Juan Vicente, jurisdicción de Mayarí. Pero al descubrir el pabellón español en el asta de una guarnición ubicada en Punta Tabacos regresa a la península de Ramón, donde desembarcan por la noche.

 La playa es rocosa y amurallada por los mangles. Allí comienza la fatigosa tarea de trasladar a lugares firmes 2 340 fusiles springfield, 50 remington, 50 carabinas colt, seis cañones, las municiones, zapatos y una espada para Carlos Manuel de Céspedes, el líder de la insurrección. Al amanecer del 13 como no había concluido esta labor, para proteger la nave, el capitán la lleva a alta mar con la encomienda de regresar por la noche, pero se acobarda y vuelve a Nueva York.

 De noche llega el coronel Mercier con un centenar de patriotas holguineros, todos desarmados. Venían a incorporarse. El camino carretero les sirvió de ruta hacia el interior de la península. Al canario le ordenan una importante misión. En el trayecto hallaron varios ranchos abandonados. En ellos se refugiaron los cuatro grupos. Jordan indicó a la compañía de rifleros que dirigía Manuel Suárez ocupar una casa de guano. Allí dejó uno de los arsenales, que incluía tres piezas de artillería de montaña. Era la avanzada.

 En la casa de mampostería, ubicada en un cocal, instaló a los hombres del venezolano Cristóbal Acosta. A la entrada de la bahía colocan dos cañones Napoleón.

 El enfrentamiento

  Al mediodía del 15, un buque enemigo entra a la bahía. Es el Marsella, que realiza su recorrido de rutina. De la playa le disparan varios cañonazos. Entonces se retira a toda máquina para informar sobre la presencia de los expedicionarios. El choque entre los contendientes es cuestión de tiempo.

 Acerca de la primera acción combativa en Cuba de Manuel Suárez narró Francisco Javier Cisneros en su libro Cinco expediciones a Cuba:  

 «Como a las nueve de la mañana veíamos a los españoles desplegarse en guerrilla en nuestro frente; llevando en su centro una bandera española, avanza apoyándose en dos guardarrayas de palmas que había a los costados del limpio de la finca. Cruzaba esta un arroyo de agua salobre, y casi en la cañada había un pozo hasta el cual avanzaron con rapidez, acortando aquí el paso y rompiendo un nutrido fuego a discreción. Nosotros, los rifleros, estábamos desplegados en su frente a lo largo del camino, y algunos pasos a distancia se habían colocado tres obuses, servidos por un americano, Durio y E. Collazo, los que estaban tan visiblemente colocados, que en los primeros momentos del combate fue muerto el americano, herido gravemente Durio y también Collazo herido en una pierna. El fuego fue bravamente sostenido por ambas partes, siendo numerosas las bajas de ambos combatientes, apoderándose los españoles de la casa y la mayor parte del convoy, entre ellos de las tres piezas de montaña. Un grupo de treinta y seis expedicionarios, a las órdenes del coronel Cristóbal Acosta, se hizo fuerte en un cocal próximo, y desde allí reanudó el combate con viveza; los españoles, aprovechando las tres piezas cogidas, rompieron fuego con ellas, al mismo tiempo que los barcos que cruzaban por la playa nos hostilizaban con su artillería. Los españoles avanzaron sobre el cocal, y fueron obligados a replegarse sobre la casa, dejando sus bajas en el campo. Un grupo de americanos, ayudados por cubanos, subieron desde la playa, a brazos, una de las enormes piezas de bronce, situándola en una altura del camino desde la cual se divisaba el caballete de yaguas de la casa, haciendo sobre esta dos disparos tan bien dirigidos, que desconcertaron por completo al enemigo. Los cubanos del cocal avanzaron entonces resueltamente sobre la casa, que defendían los españoles con su habitual tenacidad [...]. Cae Sebastián Amábile, mortalmente herido, en los momentos en que por orden de Acosta avanzábamos sobre el enemigo. El fuego de este había aflojado después de los dos cañonazos [...]. Cuando tomamos la casa, el enemigo cogió el monte rumbo a Punta Tabacos, siendo ligeramente hostilizado por nosotros. A las tres de la tarde habíamos recuperado la expedición, había cesado el fuego de fusil, pero continuaban los barcos haciéndonos un inofensivo fuego de cañón».

 Combate en Canalito

 Convencido Jordan de que los españoles vendrían por la revancha, ordena fortificar su posición. En tanto, las armas y municiones fueron conducidas monte adentro. El vapor Guantánamo, del ejército español, regresa con más pertrechos y soldados. Forman una columna de 450 hombres. A la bahía de Nipe también arriban las goletas Andalucía y África, y los vapores Morella y Vasco Núñez de Balboa. Aquello pintaba feo.

 La tropa hispana, parapetada en el istmo de la península, ocupa el camino que conduce a Canalito, por el que obligatoriamente tienen que pasar los libertadores, quienes están en una ratonera.


                                              Enrique Collazo


El 19 parte el contingente insurrecto hacia Canalito. Llevan un cañón detrás de la vanguardia. Al día siguiente se produce el choque con el enemigo atrincherado en medio del camino. Enrique Collazo, sobreviviente del combate, relata lo sucedido en su libro Cuba Heroica:

  «Nos acercamos y nos hicieron una descarga, al tiempo que nuestros cubanos rompían sus fuegos. El enemigo trata de flanquear nuestra derecha, pero frustré su movimiento. Avancé a través de los bosques hasta un costado de sus trincheras seguido por 30 cubanos y cuatro norteamericanos, a quienes ordené avanzar en línea recta. Rechazamos dos veces al enemigo, y aunque era superior en número, les hubiéramos cortado la retirada a los botes si mi guía no hubiera equivocado el camino que me causó perder la dirección. El fuego de los españoles fue precipitado e inefectivo; el nuestro era seguro, y aunque los españoles estaban protegidos por los fuegos de sus buques, abandonaron sus posiciones y se retiraron precipitadamente, quedando nosotros en posesión del campo. Los españoles sufrieron las pérdidas siguientes: 40 muertos y 60 dispersos, después hechos prisioneros, de ellos cuatro eran criollos. Fueron inmediatamente fusilados».

 Así fue el bautizo de fuego de Manuel Suárez Delgado en su batallar por la independencia de Cuba, donde alcanzó el grado de Mayor General del Ejército Libertador.

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