INGENIO DE SANTA LUCÍA 




Cada miércoles tenía que viajar rumbo a Tunte, antaño bastión de la resistencia aborigen contra los colonialistas españoles. Iba en la ruta 34, de Global. Aunque me bajaba unas paradas antes en el centro histórico de Santa Lucía de Tirajana.  Un amigo me había pedido que le regara su pequeña finca de olivos, mientras él estaba de vacaciones en su país natal.     



Para llegar a la propiedad debía caminar aproximadamente cinco kilómetros por una carretera llena de curvas y que atravesaba montañas. Eucaliptos, pinos y tuneras, naranjales, limoneros embellecen el paisaje.
En ocasiones vi a campesinos recoger tunos silvestres, frutos muy codiciados  en otras épocas y que salvaron muchas vidas en tiempos de extrema escasez. A esta planta, extendida en  todas las Islas Canarias, se le dan varios nombres:  tunera, chumbera, penca o nopal. 
     


  Recuerdo que, en el mes de noviembre del 2020, en ocasiones llovía por las mañanas, pero era una llovizna leve que me dejaba caminar rumbo al Mirador de Ingenio, en Santa Lucía  de Tirajana.                                                                         

 Las montañas se veían borrosas, a veces emergían y después se ocultaban bajo el manto de la bruma. Esta fue una zona agrícola, sin embargo, quedan pocos campesinos aferrados a la producción de aceitunas, frutas y papas.   

  


Algunos emprendedores. transformaron las viviendas en hostales rurales. Aquí esa modalidad de turismo avanza muy lento.  El lugar, apacible, cerca de varios senderos para subir a la cumbre o  bajar hacia los barrancos, su proximidad al poblado de  Santa Lucía de Tirajana, donde se puede disfrutar de platos típicos  canarios, apreciar la arquitectura antigua, junto a la moderna y la vida cotidiana de gente hospitalaria invitan al viajero a pasar unas vacaciones alejado del bullicio de  las ciudades y de los hoteles con su comida chatarra, muchas veces. A menos  de una hora en auto de las playas del sur, la verdad que venir aquí es un   privilegio.



Cuando terminaba mi labor disfrutaba el paisaje desde el Mirador de Ingenio. En tanto observaba el Barranco de Tirajana, poblado de palmeras, imaginaba cómo sería esta comarca antiguamente, sé que hubo producción azucarera.  René Verneau, antropólogo francés, visitó esa comarca a finales del siglo XIX y principios del XX, apuntó. "Los habitantes de Tirajana son esencialmente agricultores. No podía ser de otra forma, dada la fertilidad de este valle, que produce en abundancia un excelente millo y frutas muy diversas. Sobre todo, los higos y las almendras gozan de una gran fama. Quizá en esta región es donde se encuentra la mayoría de esas ricas perdices rojas, tan comunes en todas las montañas de Gran Canaria".




Nuevos tiempos soplan por las legendarias montañas y su valle, quedan vestigios de un pasado que se niega a morir. Hay una mezcla de resistencia a la modernidad en unos y en otros el espíritu de combinar lo tradicional con lo moderno. No resulta fácil, pero tampoco es imposible.





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